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El Maño

1 junio, 2010

Segunda parada: Tradición.

Para la siguiente estación de esta ruta por Soria decidí cambiar de tercio. En este segundo acercamiento a la gastronomía local, tocaba respirar tradición, cocina casera y un ambiente más rústico. La deriva del camino nos llevó hasta el pueblo de Navaleno, destacado centro micológico, también enclavado en el noroeste de la provincia. Allí, uno de los clásicos de la villa, el restaurante El Maño.

Del local, poco que destacar. Se trata del típico lugar de los de antes, donde al entrar te encuentras con una zona de bar, presidida por una enorme barra. Tras ella, por un pasillo en su lateral accedemos a su salón de comidas. La sala, con mesas y sillas de madera y decorada con motivos naturales, posee capacidad para unos cuarenta comensales. En el restaurante se respira cierto aire aldeano y ambiente familiar; el lugar es aseadito y agradable, así que sentémonos a la mesa a ver qué se cuece…

El servicio es atento, simpático y cercano. Desconozco si varían mucho de personal, pero en mi caso fueron tres chicas jóvenes quienes llevaban el salón. Voluntariosas y amigables, les faltan aún tablas y conocimiento del oficio para cumplir con ciertos protocolos en la mesa. Pero bueno, como antes comentaba, nos encontramos en un ambiente ciertamente familiar, así que hay que admitir algunas licencias. Por otro lado, eficacia y corrección nos les falta.

Una vez sentados a la mesa, descubrimos una carta de corte muy tradicional, en donde una gran variedad de setas se intercalan en numerosos de sus platos. Tanto este restaurante como muchos de la zona, serán buenas opciones para los que somos amantes de este manjar de bosque. Entrantes variados, ensaladas, revueltos, carnes a la parrilla, guisos, caza, asados, pescados… un amplísimo surtido donde la materia prima es la protagonista y las elaboraciones sencillas pero eficaces. En El Maño no encontraremos sorpresas para nuestro paladar ni creaciones sofisticadas; sino materia prima, sabores tradicionales y aromas caseros. Una cocina sin complicaciones más un producto de calidad suele dar siempre buenos resultados, y aquí lo obtenemos.

Para iniciar la comida nos decantamos por dejarnos aconsejar por la casa. En una mesa numerosa lo mejor suele ser aceptar las sugerencias de la camarera, y así compartir unos cuantos entrantes para todos; de esta manera uno acaba probando un buen número de sus especialidades. Por otra parte, las raciones que sirven son bastante generosas, con lo que una ayuda por parte del camarero para saber cuánto pedir se me antoja fundamental. Comenzamos con el cremoso que queso con miel, bueno en su textura pero al que le falta algo de potencia de sabor; tras él, un dúo con boletus: la tosta de boletus y queso y el crep de boletus y foie, donde el poderoso sabor esta seta silvestre, bien combinada en ambos casos, protagoniza con acierto el plato para que el paladar comience a envolverse de sabores a tradición y a Soria.

Los principales, como antes comentaba, son una buena combinación de materia prima de calidad y elaboraciones sencillas y acertadas. El solomillo a la plancha, servido en punto, muy tierno y estupendo de sabor, es buena prueba de ello. Los asados de cordero, tiernos, jugosos y sabrosos, continúan la misma línea. Y con el estofado de corzo con setas logramos sumergirnos en medio del bosque, con su sabor a cocina tradicional y con su sabrosa combinación de caza y hongos.

Los postres, sinceramente, me dejaron bastante indiferente; sabor casero eso sí, pero sin los aciertos del resto de la cocina. Bueno, a excepción del helado de queso al brandy, fresco, untuoso y equilibrado. Supongo que después de esa sucesión de sabores contundentes, las refrescantes y cremosas sensaciones que provocaron el helado de queso, fueron la guinda para una buena comida.

Y en cuanto al apartado enológico, pocas alegrías. Un servicio mediocre, una cristalería vulgar, y una carta de vinos bastante anodina, muy numerosa en Riojas y Riberas, que provocarán poco interés para el visitante con inquietudes.

En definitiva, el restaurante El Maño de Navaleno, se convertirá en una buena opción para amantes de los sabores de siempre, con su calidad y su agradable ambiente familiar; y en donde mi visita salió por unos 32 euros (vino sin incluir).

UBICACION: Calleja del Barrio, 5

PUNTUACION:

Ambiente: 6
Servicio: 6
Comida: 6,5

PUNTUACION MEDIA: 6,25

Alvargonzález

12 May, 2010

Pequeña decepción.

Este pequeño hotel-restaurante de la localidad de Vinuesa fue mi primera parada de un pequeño tour por la provincia de Soria. Una pequeña ruta de tres días admirando sus bellezas naturales, descubriendo pueblecitos con encanto y tratando de buscar la calidad gastronómica que acompañase unos días con amigos. Al noroeste de la provincia encontramos este pequeño municipio muy conocido por ser la puerta de acceso a la preciosa Laguna Negra.

Ante mi desconocimiento de la restauración soriana opté por dejarme guiar por un par de allegados mejor informados y a través de la consulta a varias webs en las que los usuarios escriben sus experiencias en restaurantes; 11870 o verema son algunas de las que soy asiduo en mis visitas y toma de referencias. Para aprovechar bien este tipo de páginas hay que saber leer entre líneas y conocer un poquito a los que comentan, así podremos saber el criterio que tiene cada uno y tomar más en cuenta algunas opiniones que otras. Como todo en este amplio mundo de internet, incluyendo por supuesto a este modesto blog, hay que pisar con pies de plomo y no dar por verdades absolutas lo que uno lee. Cada uno tiene su perspectiva, sus gustos y sus condicionantes, y todos ellos influyen en la valoración de un libro, un vino, una película o un restaurante.

El luminoso salón de comidas del lugar, su ordenada distribución de mesas, dejando amplitud entre ellas para no agobiarse, y la buena impresión que causa ver una mesa bien vestida, sobre todo en pequeños pueblecitos de aire rústico, hacen augurar al cliente una grata experiencia. Este cuidado ambiente crea al visitante una buena predisposición de inicio, que desafortunadamente no acaba de cuajar según va transcurriendo la comida.

Un amable recibimiento y una carta no demasiado extensa pero bastante sugerente acaban de convencerme de que he acertado en la elección. Aunque muy a mi pesar, ya metidos en faena comienzo a desilusionarme… En el servicio de mesa les falta cuidar más algunos pequeños pero importantes detalles que hacen que la comodidad del cliente sea la adecuada para poder disfrutar de lo que preparan en cocina: mejorar en el servicio del vino, implicarse algo más con el cliente a la hora de las recomendaciones y explicaciones de los platos, y sobre todo, cuidar mucho más los tiempos de servicio. Quizás la anómala circunstancia de servir a una mesa con doce comensales, quizás la falta de logística en cocina para atender con propiedad a un grupo grande, o quizás la falta de experiencia en estas vicisitudes provocaron que los tiempos de espera entre cada plato (y pidiendo cuatro entrantes para compartir, al final suma demasiado) se hicieran claramente excesivos para poder disfrutar con propiedad de la comida. Puede que esto solo no condicione para salir disgustado del lugar, pero sin duda, no ayuda a la hora de recomendarlo.

En su carta, Alvargonzález nos ofrece un apetecible surtido de platos en los que, además de otros productos de la tierra, una amplia variedad de setas toma coprotagonismo en muchos de ellos; sin duda la tradición de una tierra de hongos marca mucho la gastronomía del lugar, como por otra parte no podría ser de otra manera. En ella encontramos ocho primeros, mezclando guisos, ensaladas y alguno que otro que sorprende por su originalidad; ocho segundos, entre los que predominan las carnes (sólo dos pescados), preparadas tanto guisadas como a la plancha y seis postres. Ni por su surtido de platos, ni por su presentación, ni por sus elaboraciones, nos hayamos ante un restaurante de corte tradicional. En Alvargonzález tratan de realizar una cocina original basada en productos de siempre. El resultado, para mí, más intención que realidad. El conjunto se queda en una cocina muy bien presentada, pero que en general se queda corta para las expectativas que crea.

Siendo un grupo grande uno aprovecha para en una sola visita probar gran parte de su oferta. Así que, tras el aperitivo de la casa, un pastel de cabracho bienintencionado pero insulso, comenzamos con los entrantes: El cremoso de queso, amable en su textura resulta también demasiado anodino; la ensalada de escabechados, con el escabeche suave y bien logrado no acaba de cuajar por lo insípida de su verdura; el potaje de garbanzos y langostinos, sólo aceptable; el risoto de boletus y foie, sin que se logre ese sabor y esa textura idónea en el arroz, se salva por sus estupendos boletus; y para terminar con este inicio de comida, la oblea de borraja rellena de boletus y verduritas, el único de los entrantes que sí consiguió seducir a mi paladar, sabroso y bien ligado es probablemente el mejor plato de los que pude probar.

Tras ellos, los principales mejoraron en algo las sensaciones de inicio, pero sin llegar a provocarme un disfrute culinario destacable. El cordero al chilindrón, estaba tierno y jugoso, pero al estofado le faltaba la fuerza necesaria para seducir; la parrillada de cordero, plato consistente en tres chuletas de cordero ¿a la parrilla?, bastante flojita; el magret de pato a la pimienta, correcto, aunque con la carne algo menos echa el plato quedaría mejor; y el crujiente de manitas de cerdo trufadas, interesante y original, pero al que le falta potencia gustativa para deleitar.

Y a los postres, más de lo mismo: buena pinta en su presentación, pero al llevárnoslo a la boca, más intención que realidad. La tarta de limón y el pastel de queso, sólo aceptables; siendo el brownie con helado y esmeraldas de menta el más logrado de los que probé, rico de sabor, suave en su textura y bien combinado con el helado y la menta.

En cuanto a su carta de vinos, corta y desmotivante, es algo que deberían tratar de cuidar mucho más. Tampoco cuesta tanto mantener en carta una veintena de referencias variadas y atractivas. Sin embargo, el 80% de la misma se compone de Riojas y Riberas tan clásicos que casi aburren; y si te apetece un blanco, sólo ofrecen dos Ruedas sin demasiado interés…

En definitiva, mi visita al restaurante Alvargonzález quedó en una pequeña decepción, un lugar con muy buena pinta pero que se queda en un simple aceptable en cuanto a su calidad gastronómica; y en donde mi comida del otro día salió por 31 euros (vino sin incluir).

UBICACION: Constitución, 20

PUNTUACION:

Ambiente: 6,5
Servicio: 5,5
Comida: 5

PUNTUACION MEDIA: 5,5