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Paulino

28 enero, 2009

Mucha fachada, poco contenido…

Hace unos días hablaba de la importancia que para mí tiene cuidar los detalles que hacen que el cliente se sienta a gusto en un restaurante. La comida es importante, sin duda, pero si el local es bullicioso y el servicio mediocre, disfrutar de una visita gastronómica será una labor harto complicada. En Paulino nos encontramos de nuevo, cómo desde la gerencia del establecimiento se minimizan los esfuerzos para que el cliente se encuentre cómodo…

El restaurante abrió sus puertas hace más de cincuenta años, aquel Paulino era un lugar castizo, cálido y de cocina tradicional. Hace unos cuantos meses, la modernidad llegó a la casa, y parece que se le ha atragantado un poco. Cambio de aspecto, cambio de tipo de cocina y cambio en el trato que los más viejos del lugar recordarán como hogareño y amable.

El pequeño local posee un aspecto agradable, pulcro, austero y de corte moderno. Conserva reminiscencias del pasado en el surtido de fotografías del Madrid de los cincuenta que adornan sus paredes. La reforma ha sido muy profunda y la apariencia de la sala promete… Hasta que te acomodas a la mesa; entonces te percatas que las mesas son excesivamente pequeñas y se encuentran demasiado juntas las unas de las otras. En un espacio donde veinticinco comensales estarían bien cómodos, nos encontramos capacidad para unos cincuenta. El resultado, como es lógico, va en detrimento de la confortabilidad del cliente. El resultado es un local incómodo y una sala excesivamente bulliciosa. El resultado es, en definitiva, no poder sentirte todo lo a gusto que deberías en un restaurante que prometía.

El servicio es verdaderamente mediocre. Primero por el afán de economizar gastos a costa de la comodidad del cliente, sólo dos camareros para atender a más de cuarenta comensales; sin duda la excesiva carga de trabajo baja el rendimiento y la calidad del servicio. Y segundo por la falta de cualificación de los empleados, que ni saben cambiar unos platos, ni abrir una botella de vino como Dios manda, ni tener el suficiente respeto por el que paga. El conjunto de ambos factores acaba desencadenando un servicio acelerado, desidioso, algo brusco e incluso desagradable en ocasiones.

En cuanto a la oferta culinaria, vuelve a ser más fachada que realidad; aunque en este aspecto no me resultó tan decepcionante como su ambiente o su trato. Digamos que la cocina es de una calidad aceptable, y eso sí, todo hay que decirlo, a un precio bastante ajustado. La carta presenta una decena de entrantes y otra decena de principales, y además cinco o seis sugerencias del día; platos que combinan algo de tradición y algún toque moderno; platos bastante apetecibles por escrito, aunque algo más insulsos cuando nos los llevamos a la boca.

Podría ahora comentar, como suele ser habitual, algunas de sus propuestas, pero nada de lo probado me pareció que destacase ni para bien ni para mal sobre el resto, y supondría alargar mi crítica innecesariamente. Ya digo, platos quizás excesivamente pretenciosos que se quedan en algo relativamente vulgar, pero a buen precio. Si no nos importan las incomodidades antes descritas y no tenemos un paladar exigente, quizás este nuevo Paulino no sea mala opción…

En definitiva, a Paulino no le ha sentado muy bien el cambio de estilo, parece que pretende dar mucho más de lo que ofrece en realidad; aunque mejorando su consideración por el cliente quizás podría compensar la visita, ya que el precio por comensal fue de 20 euros (vino sin incluir).

UBICACION: Alonso Cano, 34

PUNTUACION:

Ambiente: 4
Servicio: 3
Comida: 5,5

PUNTUACION MEDIA: 4,5